SAFO

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viernes, 25 de diciembre de 2015

UN MUNDO MARAVILLOSO

Bitácora del capitán del barco hundido



Día 258


Las personas se pueden dividir muchas veces entre dos clases: hombres y mujeres; capitalistas y comunistas; Kirchneristas y antikirchneristas; lindos y feos; gordos y flacos; ganadores y perdedores, etc. Pero la mejor división que para mi se puede hacer entre personas de la misma especie es entre personas felices y personas infelices.
Los felices se juntan en comunidad, frecuentemente tratan de ser solidarios (incluso para si mismos) son familieros, quieren quedar bien con todos, tienen un trabajo que les gusta, siempre tienen buena compañía, nunca miran para atrás, nunca dicen las cosas en la cara, solo esperan que la vida se acomode a su merced, son luchadores de utopías que saben que nunca van a llegar a concretarse pero es la lucha la que los contiene. Siempre sonríen, aunque a veces no quieran hacerlo.
Los infelices son totalmente lo contrario, son solitarios y egoístas, no les importa quedar bien con los demás porque los odian o los envidian aunque desconozcan sus pormenores, generalmente tienen un trabajo que detestan si es que tienen trabajo, siempre están mirando hacia atrás por eso son melancólicos, si pueden son sinceros y francos para decir las cosas, ocultan sus sentimientos porque el mas mínimo daño los atonta y confunde, son realistas y por eso no creen en utopías mágicas ni en luchas sin sentido, saben que la guerra es el negocio de los que comandan. Muy difícilmente sonrían, pero cuando lo hacen, lo hacen en serio.
El mundo es un lugar donde coexisten estos dos tipos de especie, aunque la dominante sea la primera por la simple razón de que son los mas fáciles de controlar, solo hay que darles lo que quieren. Los infelices son mas difíciles de controlar por eso son aislados incluso entre si mismos y muchas veces se los hace luchar entre si. Por esta razón creo que siempre se trata de mostrar un mundo feliz, para que la gente manipulable pueda vanagloriarse a si misma, para hacernos creer que hacemos las cosas bien y que nada cambiará, porque nunca nada cambia, solo cambian las perspectivas. Y para esto es que se necesitan las fiestas, para que tangamos un punto de unión entre personas que se detestan, personas que piensan diametralmente opuestas a otras pero que tienen la misma sangre. Y esta sangre es la que a veces no deja escapar a estas tradiciones: una abuela, un primo recién nacido, un nieto que empieza a dar sus primeros pasos; son la excusa perfecta para poder soportar al tío degenerado o al abuelo estafador.
Eso si, boludos hay en todos los bandos, hay boludos felices que no miden las consecuencias de sus actos y hacen cualquier estupidez con tal de alimentar su ego y entretener a los demás, como los tarados que tiran pirotecnia y después abrazan a sus mascotas. Los boludos infelices en cambio son mas peligrosos porque saben lo que hacen, quizás quieran llamar la atención emborrachándose y tratándose de levantar cualquier mina que se abra de piernas fácilmente, o quizás quiera un poco de afecto perdido en algún lado de sus subconsciente. El problema en todo caso es que sobran boludos.

Y este es el mundo maravilloso que se nos muestra, en el cual la familia se reúne una o dos veces al año como excusa para festejar vaya uno a saber que porque nadie sabe que esta festejando, salvo la gente feliz, que valga la redundancia festeja que es feliz. Por suerte después de la careteada familiar (la hipocresía nunca muere) la gente se puede juntar con amigos, la única institución en la cual pueden coexistir amablemente los felices con los infelices.

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