Bitácora
del capitán del barco hundido
Día
258
Las
personas se pueden dividir muchas veces entre dos clases: hombres y
mujeres; capitalistas y comunistas; Kirchneristas y
antikirchneristas; lindos y feos; gordos y flacos; ganadores y
perdedores, etc. Pero la mejor división que para mi se puede hacer
entre personas de la misma especie es entre personas felices y
personas infelices.
Los
felices se juntan en comunidad, frecuentemente tratan de ser
solidarios (incluso para si mismos) son familieros, quieren quedar
bien con todos, tienen un trabajo que les gusta, siempre tienen buena
compañía, nunca miran para atrás, nunca dicen las cosas en la
cara, solo esperan que la vida se acomode a su merced, son luchadores
de utopías que saben que nunca van a llegar a concretarse pero es la
lucha la que los contiene. Siempre sonríen, aunque a veces no
quieran hacerlo.
Los
infelices son totalmente lo contrario, son solitarios y egoístas, no
les importa quedar bien con los demás porque los odian o los
envidian aunque desconozcan sus pormenores, generalmente tienen un
trabajo que detestan si es que tienen trabajo, siempre están mirando
hacia atrás por eso son melancólicos, si pueden son sinceros y
francos para decir las cosas, ocultan sus sentimientos porque el mas
mínimo daño los atonta y confunde, son realistas y por eso no creen
en utopías mágicas ni en luchas sin sentido, saben que la guerra es
el negocio de los que comandan. Muy difícilmente sonrían, pero
cuando lo hacen, lo hacen en serio.
El
mundo es un lugar donde coexisten estos dos tipos de especie, aunque
la dominante sea la primera por la simple razón de que son los mas
fáciles de controlar, solo hay que darles lo que quieren. Los
infelices son mas difíciles de controlar por eso son aislados
incluso entre si mismos y muchas veces se los hace luchar entre si.
Por esta razón creo que siempre se trata de mostrar un mundo feliz,
para que la gente manipulable pueda vanagloriarse a si misma, para
hacernos creer que hacemos las cosas bien y que nada cambiará,
porque nunca nada cambia, solo cambian las perspectivas. Y para esto
es que se necesitan las fiestas, para que tangamos un punto de unión
entre personas que se detestan, personas que piensan diametralmente
opuestas a otras pero que tienen la misma sangre. Y esta sangre es la
que a veces no deja escapar a estas tradiciones: una abuela, un primo
recién nacido, un nieto que empieza a dar sus primeros pasos; son la
excusa perfecta para poder soportar al tío degenerado o al abuelo
estafador.
Eso
si, boludos hay en todos los bandos, hay boludos felices que no miden
las consecuencias de sus actos y hacen cualquier estupidez con tal de
alimentar su ego y entretener a los demás, como los tarados que
tiran pirotecnia y después abrazan a sus mascotas. Los boludos
infelices en cambio son mas peligrosos porque saben lo que hacen,
quizás quieran llamar la atención emborrachándose y tratándose de
levantar cualquier mina que se abra de piernas fácilmente, o quizás
quiera un poco de afecto perdido en algún lado de sus subconsciente.
El problema en todo caso es que sobran boludos.
Y
este es el mundo maravilloso que se nos muestra, en el cual la
familia se reúne una o dos veces al año como excusa para festejar
vaya uno a saber que porque nadie sabe que esta festejando, salvo la
gente feliz, que valga la redundancia festeja que es feliz. Por
suerte después de la careteada familiar (la hipocresía nunca muere)
la gente se puede juntar con amigos, la única institución en la
cual pueden coexistir amablemente los felices con los infelices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario