Bitácora
del capitán del barco hundido
Día
297
Nunca
me gusto cumplir años, festejar un año mas de vida en realidad es
valido cuando se tiene una vida feliz, sino no es mas que un día
común y corriente o incluso a veces un dolor de cabeza. Uno festeja,
valga la redundancia, absolutamente todos los días que es feliz y
por contrapartida sufre todos los días que no lo es. Cada cumpleaños
solo voy sumando mas edad, mas canas y mas decepciones, y son estas
cosas las grandes razones de porque no me dan ganas de festejarlo.
Cuando
uno era chico lo mejor de cumplir años eran obviamente los regalos,
pero cuando uno se hace grande, es uno el que tiene que agasajar a
los demás para que vengan a la fiesta, hasta el día, o mejor dicho
el año, en que ni eso alcanzará.
Lo
peor de todo, y por lejos, son las ausencias, no solo familiares que
en muchos casos mejor que no estén, sino de amigos que ya no ves; de
amores que ya no te quieren; o de fe en algo. Todo lo anterior no
importarían nada si no estuviesen estas ausencias.
En
definitiva los cumpleaños son una amplificación del resto de los
364 días del año (365 este año), y por eso no me gusta cumplir
años, porque se parecen mucho al resto de los días pero
sobresaliendo lo bueno y sobre todo lo malo, sin esos grises que
tanto me gustan. En años anteriores tenia la ilusión de que
realmente le importaba mucho a alguien, y aunque si le importe a
algunos otros un poquito aunque sea, eso es valido también para los
otros días, esos marcados por el sufrimiento, el agotamiento y
mucha, pero mucha nostalgia.